Encuentro que la vida es muy parecida a hacer ollas. Pasas la mayor parte de tu tiempo tratando de convertir esa idea en tu cabeza en algo real que puedas envolver tus manos. Buscando el trabajo perfecto, la relación perfecta, la casa perfecta... la olla perfecta. Después de mucho trabajo, obtienes lo que querías, pero no era lo que esperabas... resulta que la olla que sacas del horno no se parece mucho a lo que tenías en mente. O después de que crees que lo tienes, algo sale mal. Después de luchar durante años, tienes un momento de perfecta comprensión y paz... te sientas al volante y haces hermosas macetas sin esfuerzo ... y entonces el momento se ha ido. He aprendido que la vida, como hacer ollas, se trata de abrazar el fracaso. No tener miedo a fallar nos libera para extender nuestras alas un poco más lejos, empujar la arcilla un poco más ... podría colapsar... ¡o podría producir una hermosa olla! Lo mismo ocurre con la vida. Mirando hacia atrás veo cómo el miedo me impedía mucha alegría. ¡Estoy aprendiendo a ser intrépido ahora!

Descubrí mi amor por la cerámica en 1992 cuando, por capricho, me inscribí en una clase de cerámica. Aunque en ese momento estaba trabajando a tiempo completo y criando a mi familia, seguí tomando clases y talleres, perfeccionando mis habilidades y soñando con el día en que podría dedicarme a la arcilla. Ese día llegó cuando me retiré en 2007.

Hasta 2014, mi estudio era la estructura de 10 pies por 12 pies que se ve en las fotos. Este año, mi esposo construyó una adición al estudio para que ahora sea un "enorme" 10 pies por 20 pies. ¡Me siento tan afortunado de tener tanto espacio ahora! El estudio alberga una rueda, un horno, un molino de pug, una mesa de acuñación, varias mesas de trabajo, un pequeño rodillo de losa y más.

Hago de todo en el estudio, desde acuñar la arcilla hasta cocer el horno. También hago todo el marketing, la venta y el embalaje. Sin embargo, hay alguien más que es vital para Glynt Pottery y ese es mi esposo, Chris. Es mi mayor fan y apoyo. Me animó a tomar la clase en 1992 y luego me sorprendió con una rueda de cerámica esa Navidad. Además de proporcionar representación legal y soporte de TI, Chris hace gran parte del equipo y el mantenimiento del estudio y mantiene los libros. También me ayuda a llevar pesadas cajas de barro y ollas, y a preparar y descomponer para espectáculos.

Hace varios años, tuve la suerte de poder sostener en mis manos una olla china de 1000 años de antigüedad en la Galería Freer en Washington, D.C. Sentir el peso de la olla y rastrear las marcas dejadas por ese antiguo alfarero fue una experiencia poderosa y edificante porque sentí que la olla era capaz de conectarme con el alfarero desconocido de siglos pasados. Creo que estas conexiones entre el fabricante y el usuario explican la atracción de la cerámica hecha a mano y el trabajo hecho a mano en general.

I find that life is a lot like making pots. You spend most of your time trying to make that idea in your head into a real thing you can wrap your hands around. Searching for the perfect job, the perfect relationship, the perfect house… the perfect pot. After much work, you get what you wanted, but it wasn’t what you expected… it turns out that the pot you get out of the kiln isn’t much like what you had in mind. Or after you think you've got it, something goes wrong. After struggling for years you have a moment of perfect understanding and peace… you sit at the wheel and make gorgeous pots effortlessly… and then the moment is gone. I’ve learned that life, like making pots, is about embracing failure. Not being afraid to fail frees us to spread our wings a bit farther, push the clay a bit more… it might collapse… or it might yield a beautiful pot! So it is with life. Looking back I see how fear kept me from much joy. I am learning to be fearless now!

I discovered my love of ceramics in 1992 when, on a whim, I signed up for a pottery class. Although at the time I was working full time and raising my family, I continued to take classes and workshops, honing my skills and dreaming of the day I could devote myself to clay. That day came when I retired in 2007.

Until 2014, my studio was the 10ft by 12ft structure that you see in the photos. This year, my husband built an addition to the studio so that it is now a "huge" 10ft by 20ft. I feel so lucky to have so much space now! The studio houses a wheel, a kiln, a pugmill, a wedging table, several work tables, a small slab roller and more.

I do everything in the studio, from wedging the clay to firing the kiln. I also do all the marketing, selling and packing. However, there’s someone else who is vital to Glynt Pottery and that’s my husband, Chris. He is my greatest fan and support. He encouraged me to take the class in 1992 and then surprised me with a pottery wheel that Christmas. In addition to providing legal representation and IT support, Chris does much of the equipment and studio maintenance and keeps the books. He also helps me carry heavy boxes of clay and pots, and set up and break down for shows.

Several years ago, I was fortunate to be able to hold in my hands a 1000-year-old Chinese pot at the Freer Gallery in Washington, D.C. Feeling the pot's weight and tracing the marks left by that ancient potter was a powerful and uplifting experience because I felt that the pot was able to connect me to the unknown potter of centuries past. I believe that these connections between the maker and the user explain the attraction of handmade pottery and handmade work in general.